ESA EXTRAÑA SENSACIÓN DE NO SER SUFICIENTE

Si hay algo que caracteriza al ser humano es una curiosa sensación de insuficiencia. Es lo que nos inclina a buscar para sentirnos completos. Esto no es incorrecto, aunque tampoco es correcto. Simplemente ocurre.

Cuando una persona se atreve a ser lo suficientemente honesta consiga misma una de las cosas que descubre es que busca algo que le llene. Para que ocurra esto es imprescindible sentirse vacío.

Quizá sea algo tan extendido y naturalizado que muy pocos se han dado cuenta. Pero el ser humano del siglo XXI vive en continua búsqueda de aquello que le complete, vive con la continua sensación de carecer de cosas que le harán feliz.

Para la mayoría es algo imperceptible e inconsciente, porque verlo y reconocerlo, al principio puede doler. Cuando alguien se da cuenta que evitar ese dolor es infinitamente más intolerable que el propio dolor, comienza el principio del fin de la búsqueda. Lo que no quiere decir que el resto del camino sea fácil. De hecho me atrevo a decir que empieza lo más complicado porque la idea que teníamos del bienestar, la felicidad y la iluminación se desvanece. Y esto también suele doler. Digamos que nuestra alma se lleva una gran desilusión. ¿Qué voy ha hacer ahora si lo que buscaba no es como yo creía? Es entonces cuando comienza nuestra verdadera travesía y descubrimos que los obstáculos hacia la felicidad son muchos.

En esta fase del recorrido es muy recomendable una guía, una persona que ya haya estado allí y te indique como es la ruta, el paisaje y las diferentes posibilidades. Aparece el maestro, alguien en quien confiar que te transmite su experiencia vital. Hasta que deja de aportarte valor. Entonces aparece otro maestro, cuya enseñanza también se agota. Y buscarás otro maestro. Siempre habrá alguien con más experiencia que tú. Y cada maestro cumple su finalidad que no es otra que dejes de necesitarle.

Y entonces aparece la maestría definitiva, en forma de persona, situación o experiencia. Y te das cuenta de que tú único maestro eres tu. Y reconoces que esa extraña sensación de no ser suficiente, de buscar objetos y sensaciones, de necesitar el afecto, la atención y el reconocimiento de los demás solo es responsabilidad tuya y de nadie más. Y ves claramente que necesitar sentirte completo solo es una idea, una opinión personal, una decisión propia. Entonces generas más atención si cabe sobre tu forma de necesitar hasta que te das cuenta definitivamente de tus mecanismos de sufrimiento y aprendes a desarticularlos. Tomas conciencia de que habías adquirido la costumbre de sentirte mejor, más completo cuando los demás te lo decían, te miraban, te alababan, te escuchaban y, en definitiva, te prestaban atención. Reconocer esto requiere de valor.

Menos mal que te diste cuenta de que esa necesidad era solo eso, una necesidad nacida de la carencia, de creer que te faltaba algo. Menos mal que te diste cuenta de que te habías confundido. Menos mal que descubriste que esa sensación solo fue aparente y que la realidad de tu (nuestra) naturaleza no depende de como te sientes, sino de como decides vivir lo que sientes. Menos mal que diste cuenta…

¿Recuerdas el primer momento de tu vida en el que te diste cuenta de que buscabas cosas que te hicieran feliz? Deja tu opinión en la sección de comentarios.

Actualmente tengo publicados 4 libros (Transgeneracional aplicado y Reflexiones de un coach de mierda, ¿Por qué son felices las personas felices? y Trucos de los escritores de bestsellers) y cinco ebooks, e imparto conferencias, formación y consultas tanto presencial como online sobre Transgeneracional y Crecimiento Personal.

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